150 anys de la Revolució del Petroli a Alcoi
A la CGT ens considerem hereues i continuadores d’aquesta tradició internacionalista que ho va voler tot per a la classe treballadora.
Pots llegir la història a aquest article d’El Salto:
http://www.elsaltodiario.com/memoria-historica/revolucion-del-petroleo-alcoi
La Revolución del petróleo en Alcoi
Leandro Bernabéu Munuera
Historiador
El 9 de julio de 1873 una multitud de unas 7.000 personas se concentró en la Plaza de San Agustín de Alcoi (actual Plaza de España), frente al ayuntamiento. Exigían el cese del alcalde y de la corporación municipal ante la negativa de satisfacer las peticiones y demandas de la Federación Regional Española de trabajadores y trabajadoras local. Después de algunas conversaciones fracasadas con los encargados de la comisión obrera, el alcalde Agustín Albors dio la orden de abrir fuego contra los amotinados, desatando una insurrección que sería conocida como “Revolución del Petróleo”. Miles de trabajadores se levantaron en armas, asesinaron al alcalde y se hicieron con el poder del ayuntamiento por unos días.
Esta revuelta se desarrolla apenas dos años después de la Comuna de París (1871) y tan solo cinco años tras la llegada de Fanelli a España, anarquista italiano divulgador del movimiento libertario en la Península. Europa se encuentra en un momento álgido del imperialismo y el nacionalismo, pero también asiste al auge del movimiento obrero internacionalista.
De diciembre de 1872 a enero de 1873 tuvo lugar en Córdoba el III Congreso de la Federación Española, donde se acordó sustituir el Consejo por una Comisión de Estadística y Correspondencia con sede en Alcoy, convirtiéndose esta localidad en una de las sedes de la AIT (Asociación Internacional de los Trabajadores), es decir la Internacional obrera. Esta comisión estuvo compuesta por Severino Albarracín y Francisco Tomás, entre otros.
En aquellos momentos ya eran 2.591 los trabajadores de Alcoi afiliados. Pronto se crearon secciones en pueblos vecinos (Cocentaina, Benilloba, Muro, Bocairent, Ibi y Tibi). Los miembros, obreros del sector textil, del papel y personas jornaleras del campo, propusieron luchar colectivamente por mejoras laborales y salariales que no habían sido atendidas por los industriales o patronos. Como consecuencia, el día 7 de julio se convocó a todos los trabajadores y trabajadoras a una huelga general.
La Federación Local describió la necesidad de la convocatoria ante “la triste y miserable situación que atraviesan los trabajadores alcoyanos y el justo deseo de mejorar sus condiciones sociales”. “La huelga tuvo como objetivo conseguir la rebaja de horas y el aumento de nuestro escatimado salario”. Al día siguiente, 8 de julio, desde las primeras horas de la mañana grupos de obreros recorrían las calles de Alcoy para asegurarse de que la huelga se cumpliera. Los huelguistas esperaban que el alcalde Albors hiciera de mediador entre los industriales y la comisión internacionalista, para que se cumplieran las reivindicaciones.
El alcalde, procedente de una familia burguesa y de idas republicanas, había sido durante su juventud un destacado activista liberal, tomando parte en los acontecimientos revolucionarios de 1844 y de 1868. Aunque no era militante del movimiento obrero ni internacionalista, la comisión pensaba que, dada su trayectoria política, podría jugar un papel interesante como mediador.
Sin embargo, ya el día 8 de junio, la confianza de los huelguistas en el alcalde quedó truncada. El alcalde Albors les había traicionado y había mantenido reuniones con los fabricantes y con los rentistas locales sin consultarles. Para los trabajadores esto significó una “puñalada por la espalda”. Ante esta coyuntura la comisión convocó una nueva asamblea el día 9 por la mañana. La comisión optó por pedir la dimisión del alcalde y de toda la corporación municipal, así como exigir la cesión de la autoridad municipal para una junta o comité formada por los internacionalistas.
La asamblea frente al ayuntamiento
En la asamblea se dio cita una multitud que decidió concentrarse frente al ayuntamiento. El alcalde dio órdenes a la guardia municipal para que tomara posiciones, apuntando con sus fusiles hacia los concentrados desde lo alto del campanario de la iglesia de Santa María, así como en los balcones del ayuntamiento.
Severino Albarracín, dirigente de la comisión se dirigió al interior de la casa consistorial para negociar con el alcalde Agustín Albors, “el Pelletes”, exigiendo su renuncia como alcalde y la cesión de la autoridad municipal a la comisión obrera. El alcalde no cedió, aunque se comprometió a estudiar soluciones y a no atacar a la masa allí concentrada. A partir de este momento la situación se volvió bastante tensa en la plaza. Parte de la multitud mostraba su descontento ante el fracaso de las negociaciones con agresividad, incluso algunos empezaron a armarse. Pero la tragedia se desencadenó cuando el propio Albors lanzó un tiro al aire y, finalmente, dio la orden a los guardias de disparar.
Fue una situación trágica, gritos, heridos y finalmente, un muerto. A partir de este momento la concentración, ya convertida en insurrección, comenzó a levantar barricadas por la ciudad. Muchas viviendas de patronos fueron asaltadas y algunos de los dueños de las fabricas fueron tomados como rehenes.
Esa misma noche empezaron los incendios. Los insurrectos utilizaron el petróleo que se guardaba para prender el alumbrado público para incendiar algunas casas colindantes al ayuntamiento y la calle San Lorenzo. El abundante uso de este combustible para prender las casas de los patronos sirvio para que esta revuelta pasase a ser conocida popularmente como “La revolución del Petróleo”. Incluso llegaron a rociar las paredes del ayuntamiento para intentar prender fuego al edificio. Ante esta situación, el alcalde y el resto de la corporación local entraron en pánico e intentaron huir del edificio a través de la parte trasera de la casa consistorial sin éxito, ya que una barricada aguardaba en el extremo de la calle.
El día 10, a primera hora de la mañana, los guardias municipales apostados en el campanario se quedaron sin munición y fueron abatidos. Sobre las 10 de la mañana el alcalde trató de huir pero fue interceptado por la multitud. El testimonio de una mujer allí presente, lo cuenta así: “Se le dio un bofetón a una persona que sacaban, que lo era Don Algustín Albors y que a esto continuó otro hombre del mismo grupo {…} se encaró con el arma que llevaba y le disparó el primer tiro a bocajarro, disparándole en el mismo acto sus armas los demás del grupo {…} cuyos hombres, dando además al desgraciado Albors varios golpes con armas blancas, lo llevaron arrastrando de las piernas {…} ató una cuerda a los pies del cadáver {…} junto con otros tres, se lo llevaron arrastrando por la calle mayor {…}.”
La muerte de Albors fue bastante impactante y traumática, ya que una vez asesinado por la turba de insurrectos, fue atado de pies y arrastrado por las calles principales de Alcoy, paseando el cadáver para escarnio público. Por donde pasaba su cuerpo moribundo fue maltratado por algunos simpatizantes de la insurrección. Se dice que a su paso varios muchachos iban arrojando piedras al cadáver. Incluso hay un testimonio contando que en un vecino salió y le llegó a cortar la oreja con una navaja de afeitar. Parece ser que hay parte de verdad, ya que según el parte médico: “llegó al hospital completamente desnudo de cintura para arriba, con infinidad de lesiones producidas por armas blancas y de fuego, la cabeza completamente destrozada y una oreja menos”.
Si algo podría definir a Albors, “El Pelletes”, sería la imagen de un antiguo revolucionario, víctima de otros revolucionarios. Aunque no fue socialista, durante su juventud fue un destacado líder revolucionario, que protagonizó en Alcoy la revolución de 1844. También fue líder de la revolución de 1868 (La Gloriosa) y acabó militando en las filas republicanas. Paradójicamente terminó sus días víctima de una revolución social: “De mal predicamento gozaba un hombre que fue sacrificado en aras de sus ideales de izquierda radical y muerto a manos de otros más radicales que él”.
Al mismo tiempo, también el testimonio del juez Lavín (juez encargado de investigar posteriormente los sucesos) hace mención a lo que ocurrió en el ayuntamiento, explicando el asalto por los insurrectos, que derribaron las puertas y asesinaron a los atrincherados en el ayuntamiento, entre los que se encontraban algún miembro de la corporación municipal, funcionarios y guardias municipales.
El fin de la insurrección
El mismo día 10 la Comisión federal se hizo cargo de la corporación municipal, estableciéndose una especie de Junta llamado Comité de Salud Pública, presidida por los dirigentes internacionalistas de la comisión, entre ellos Severino Albarracín. Esta corporación fue declarada revolucionaria y socialista internacionalista, independiente del gobierno, aunque distaba mucho del movimiento cantonal como tal, como ocurriría en Cartagena días después.
La primera medida que tomó el comité ese mismo día 10 fue hacer frente a la reparación de los daños que los incendios habían ocasionado. El comité se enteró de que las tropas del gobierno avanzaban hacia Alcoi, transmitiendo que las Cortes estaban al corriente de la insurrección. Estas tropas estaban dirigidas por el capitán general Velarde y acantonadas en Biar, con instrucciones de marchar a Alcoi para que se reestableciese el orden anterior. Finalmente, se llegó a un acuerdo bajo la mediación del delegado del gobernador. El día 12 por la noche los miembros del Comité, huyeron de Alcoi. El día 13 de julio, a las 12:30, el capitán general Velarde entraba en la ciudad pacíficamente y sin resistencia, restableciéndose horas después el ayuntamiento.
Represión y encausados
La mediación del conflicto y la entrada pacífica del ejército, con el tiempo no daría impunidad hacia los insurrectos participantes del Petróleo, sino represalias. El día 13 de septiembre es cuando se iniciaron las detenciones de los encausados investigados, continuándose el proceso en el mes de octubre. La información obtenida en las actas arroja que en total entre 500 y 700 personas fueron encausadas, finalizándose el proceso en 1876, aunque la revisión de penas y cargos de los detenidos no acabó hasta 1887. En general, los sucesos fueron investigados a fondo y se examinaron gran cantidad de declaraciones de testigos. Entre los delitos más predominantes que se procesaron a los encausados fueron, en este orden, la sedición, asesinato, homicidio, amenazas, lesiones, incendios y robos.
Así cuenta un testimonio de la época, de la situación de los presos: “Los presos hacinados en la cárcel de Alcoi y después en el castillo de Alicante, yendo y viniendo a pie de una a otra ciudad, bajo un sol abrasador y atados codo con codo, sufrieron martirios horrendos {…}”.
Una mirada hacia la revolución del Petróleo
No es exagerado afirmar que los llamados sucesos del Petróleo representaron una de las insurrecciones más importantes para el movimiento obrero. Además teniendo en cuenta que son unos sucesos que empiezan con una huelga, con demandas laborales y salariales y acabando en una insurrección, propia de una revolución social en toda regla.
Aunque en los libros de historia muchas veces aparezca esta insurrección enmarcada en las insurrecciones cantonalistas, a diferencia de Cartagena y el resto de cantones, Alcoi tenía un carácter de insurrección obrera e internacionalista. Recalcaba su carácter antipolítico (que no apolítico), diferenciándola de los republicanos federales o los marxistas. De hecho, el mismo Engels criticaría la forma de actuar de los insurrectos de Alcoi en su memoria “Los Bakuninistas en acción”. Fue una insurrección al mismo tiempo con muchas controversias, incluso el mismo alcalde, Albors, “El Pelletes” fue una figura controvertida y muy interesante.
Quizá fue uno de los acontecimientos que más repercusión tuvo en su momento después de la comuna de París, además teniendo en cuenta que Alcoi cuenta con una larga tradición de lucha obrera. Está localidad fue foco de revueltas luditas y conflictos obreros. Toda esta lucha culminó en el siglo XIX con los hechos de la insurrección del Petróleo.
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