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Carta abierta a la presunta Ministra de Empleo y Seguridad Social

Estimada doña Fátima:

Normalmente uno llega al portal de casa, después de una jornada tan anodina y agotadora como las demás, y lo primero que hace es abrir el buzón; más que esperando noticias de amigos o familiares (ya nadie escribe cartas) lo que se intenta es vaciar el cajetín metálico de menús de la nueva pizzería de la zona, ofertas de clínicas dentales y empresas de chapuzas, folletos de esa cadena que nos considera tontos a pesar de decirnos lo contrario o cartas del banco, aunque cada vez menos frecuentes desde que nos mandan los recibos cada dos meses, y encima impresos por las dos caras. No me sorprende que con esos ahorros y alguna afortunada operación en fondos buitres “nuestra” banca haya ganado 11.600 millones de euros el pasado año.

Pero mira por donde, ayer, entre tanto folleto de colores me encontré un sobre con membrete oficial. Lo primero que hice fue repasar mentalmente en qué manifestaciones había estado últimamente, qué raya pude pisar sin querer al aparcar mi utilitario o qué recibo podía haber olvidado en mi declaración de la renta. Pasado esos primeros y angustiosos momentos abrí tembloroso el fatídico sobre y vi que era una carta con su firma personal.

Emocionado por tan inmerecido gesto, me puse a leer la misiva que usted, a pesar de lo ocupada que debe estar, había tenido el detalle de mandarme a mí, a un humilde ciudadano y pensionista que ni sale en la televisión. Leída su carta con la atención que merece, lamento decirle que me ha defraudado bastante y que corro el riesgo de que mis achaques –los propios de la edad, no se preocupe- se acentúen si no le contesto explicándole todo lo que pienso de su carta, de su ilustre persona y del gobierno –ahora provisional- del que forma parte.

Ya en el primer párrafo tengo que discrepar abiertamente de sus opiniones. Dice usted que España ha retornado al crecimiento económico y de creación de empleo. Debe ser su España, la de los ricos, puesto que la mía; la de los pensionistas, los parados, los trabajadores, los jóvenes con estudios y sin trabajo, la de los enfermos, etc. la veo cada día más empobrecida y desatendida.

Después pasa a resaltar los sacrificios y esfuerzos que las personas como yo hemos realizado para que ese crecimiento (insisto: de las grandes empresas y los bancos) sea posible. Quisiera decirle que no es que nos hayamos sacrificado con reformas laborales, recortes varios y congelaciones de salarios y pensiones; es que las políticas de los últimos gobiernos –con la inestimable colaboración del sindicalismo oficial y servil- nos han sacrificado; han sacrificado nuestros derechos y las condiciones de vida de nuestras familias.

Y pasa usted, doña Fátima, a admirar el gran apoyo que los pensionistas hemos dado a esas familias. Ahí tiene toda la razón; han sido las pensiones de las personas mayores las que han tenido que socorrer las necesidades de los hijos y nietos a los que los gobiernos neoliberales han ido despojando de un trabajo digno, de ayudas sociales, de becas y, en muchos casos, hasta de la vivienda. Lamentablemente muchos abuelos han tenido que renunciar a la calefacción, a parte de los alimentos, a arreglos en sus viejas casas para ayudar a sus seres queridos a pagar facturas, hipotecas, colegios de los nietos y otros gastos que no se pueden cubrir con los sueldos de 600 euros que mucha gente está percibiendo por su colaboración en ese crecimiento de la España que ustedes disfrutan.

Finalmente, como colofón a tantas y tan buenas noticias, me anuncia el aumento de mi pensión en el 0´25% (supongo que he leído correctamente, a pesar de la miopía que arrastro desde hace años). La verdad es que ha hecho usted bien en avisarme de tan generoso incremento, puesto que es tan poco ostentoso en el apunte de la libreta que podría haber seguido meses sin saber que cobro 2 euros netos más. La verdad es que no me extraña que en el banco ya ni nos ofrezcan golosos planes de inversión donde arriesgar la pensión.

Repiten ustedes y sus dóciles expertos que las pensiones van a resultar insostenibles si los viejos nos empeñamos en vivir tantos años, que cada vez somos menos los españoles que cotizan y más los que cobramos una pensión, después de trabajar duro durante toda la vida. Pues verán, su Pacto de Toledo para recortar las pensiones y alargar la vida laboral no deja de ser tan ineficaz como cruel recorte a la gente mayor. Mejor hubiera sido –dígaselo también a Méndez y Toxo, cuando tomen café- que hubieran implantado una renta básica, la jornada de 35 horas, la jubilación a los 60 años, la prohibición de las horas extras, los contratos basura y esas medidas que tanto gustan al IBEX35. Ahora habría mucha más gente cotizando en mayores cuantías, nuestro jóvenes estarían creando riqueza aquí y no en Alemania o el RU, las familias no se verían obligadas a reducir su consumo a mínimos históricos y la pobreza severa no sería una realidad para un tercio de los españoles; claro, que entonces el BBVA quizás no hubiera ganado esos 2.642 millones, ni la diferencia entre ricos y pobres seguiría aumentando.

Pues nada, señora Báñez, que su carta no me anima en absoluto. No obstante –visto el poco éxito de sus oraciones- tampoco aprobaría que encomiende el futuro de los pensionistas a la Virgen del Rocío.

Un saludo tan sincero como el suyo,

Antonio Pérez Collado

Un jubilado (parcial aún) de Valencia

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