La justicia del pueblo: Simón Radowitzky
¡¡¡SIMÓN VIVE, LA LUCHA SIGUE!!!
En una céntrica plaza de Buenos Aires, barrio de Recoleta, hay una escultura que es pintada habitualmente, con la mítica frase “¡Simón vive!” junto al clásico símbolo anarquista, la A dentro del círculo. Algún año, de forma más explícita, se escribe también el apellido, Radowitzky, joven anarquista ruso, que vivía en Argentina e hizo justicia popular con Ramón Falcón, sanguinario jefe de la policía de Buenos Aires, en la turbulenta primera década del siglo pasado, en noviembre de 1909, y pagó su intrépida acción con más de dos décadas a la sombra, en la cárcel más austral del mundo, la prisión de Ushuaia, de la que salió a los cuarenta años sin haber claudicado nunca de sus principios libertarios.
Mil veces borrada y otras mil veces pintada, el nombre de Simón Radowitzky resiste contra la historia que lo ha querido negar durante décadas. Un cómic del ilustrador argentino Agustín Comotto —155 (Nórdica, 2016)— le ha dado ahora la razón a los autores de los grafitis. Simón, el inquebrantable preso 155 de la prisión del fin del mundo, es ya un héroe vivo de la historieta.
Nació Simón en Stepánivtsi, actual Ucrania, el 10/9/1891 y nos dejó en Ciudad de México el 29/2/1956. Con una infancia y juventud condicionada por la pobreza, como la mayoría del pueblo obrero en aquella época, se inicia de aprendiz de herrero con 10 años, entra en contacto con las ideas anarquistas siendo obrero metalúrgico, fue herido en las protestas por la reducción de jornada laboral, pasando por prisión y decide marchar a Argentina, para evitar la represión zarista y su reclusión en Siberia, a donde llega en 1908, donde trabajó de obrero mecánico en los talleres del Ferrocarril Central Argentino, en Campana.
Se traslada a Buenos Aires, contacta con intelectuales anarcosindicalistas de origen ruso, como Pablo Karaschin y otros anarquistas y se relaciona con la Federación Obrera Regional Argentina- FORA-. El 1º de mayo de 1909, esta central anarquista convoca una manifestación y acto en la plaza Lorea, porteño barrio de Montserrat. El coronel Ramón Lorenzo Falcón, responsable de la policía de la ciudad, ordenó la directa represión para disolver la manifestación, que dio lugar a la muerte de tres obreros en esas horas, pasando a ocho y más de ochenta heridos en los próximos días. La semana siguiente, llamada Semana Roja, se convocó Huelga General y se inició la presión conjunta de socialistas y anarquistas para que Falcón dimitiera. Este represor, a cambio, dio nuevamente órdenes de dispersar a tiros la columna de 60.000 personas que acompañaba los féretros de los obreros asesinados hacia el cementerio de la Chacarita y arrebató los féretros a la multitud. Se clausuraron también los locales de sindicatos de todo signo, anarcosindicalistas y socialistas por igual, así como la prensa La Vanguardia (socialista) y La Protesta (anarquista), incendiando las imprentas de estos últimos y otros locales. La presión para la inmediata dimisión del represor Falcón, siguió, más pasaba el tiempo y con el respaldo de las clases dirigentes, este policía seguía con las detenciones y abusos contra los grupos anarquistas argentinos. Eran tiempos de acción directa y contundente por parte del movimiento Libertario, y así, comenzó la preparación de la acción libertadora.
Justicia popular y atentado, la muerte del opresor.
Era un 14 de noviembre de 1909, habían pasado los trágicos hechos de mayo. Falcón y su secretario Juan Alberto Lartigau, iban en carruaje por la esquina de Quintana y Callao, Simón se interpuso en su camino y arrojó una bomba casera dentro del coche, causando la muerte de los dos. Simón fue perseguido por las fuerzas de seguridad, detenido con heridas y transportado al hospital Fernández, negándose a dar ninguna información. Se creo rápidamente un clima de agitación social, que llevó al presidente José Figueroa Alcorta, a decretar el estado de sitio. Encausado judicialmente, comenzó su dura lucha carcelaria y contra el sistema opresor, un anarquista entre rejas, como miles….
Se solicita la pena de muerte para él por el fiscal Manuel Beltrán, que lo considera como” un elemento inadaptable…” y propone la pena extrema. La imposibilidad de determinar identidad y edad, ralentiza el proceso. La embajada argentina en París facilitó los antecedentes obtenidos en Ucrania, más su edad resultaba incierta, con la aparición de la partida de nacimiento, aportada por un primo de Radowitzky, sé constata que tiene 18 años, menor de edad en esa época, no se le podía ejecutar.
Prisión en Ushuaia, malos tratos, torturas y violación
Condenado a reclusión perpetua en la Penitenciaría Nacional y como castigo adicional, “a reclusión solitaria a pan y agua durante veinte días cada año, en el aniversario del atentado”, pocos derechos le quedaron a Simón. Con malos tratos permanentes, siempre tuvo el apoyo interior y exterior. Hubo huelgas de hambre colectivas, por las pésimas e inhumanas condiciones del penal y en 1918, las torturas alcanzan la violación de Radowitzky por parte del subdirector del penal, Gregorio Palacios y tres guardiacárceles. La reacción no se hizo esperar; enterados los anarquistas del hecho, publicaron en Buenos Aires un panfleto, titulado “El presidio de Ushuaia”, de pluma de Marcial Belascoain Sayos que apareció en La Protesta. Su publicación causó conmoción, y el gobierno de Yrigoyen ordenó abrir sumario sobre las condiciones en Ushuaia; los tres guardiacárceles serían relevados de sus funciones. Se evadió Simón el 7 de noviembre, en una audaz acción, más fue capturado, y de vuelta a prisión, fue castigado con dos años de confinamiento solitario en su celda, con sólo media ración de alimento. Un 14 de abril de 1930, fue indultado, tras 21 años preso, y desterrado a Montevideo.
Voluntario en las Brigadas Internacionales, en la Revolución Social del 36 en España
Se sumó Simón a la lucha por las libertades, combatió en el Frente de Aragón con la 28 División de Gregorio Jover, libertaria mayoritariamente. Con mala salud, tras sus años de prisión, se trasladó a Valencia, a la rama cultural de la CNT. Vivió con tristeza, la disolución de las milicias anarquistas que respondían a la dirección política de la CNT- FAI y debió tolerar el creciente control político y militar de los comunistas en los frentes de guerra y en la retaguardia republicana, con apoyo de agentes del gobierno de José Stalin. De igual forma, debió acatar la decisión tomada por la FAI y CNT, de impedirle que participara en los frentes de combate, supo resignarse entonces, con ejemplar disciplina militante, a ocupar el cargo de responsable de la Oficina de Propaganda Exterior de la CNT.
Tras la victoria del bando franquista, atravesó los Pirineos y fue internado en el campo de Saint Cyprien. Abandonó Francia para trasladarse a México, donde el poeta uruguayo Ángel Falco, cónsul de su país en la ciudad de México, le proporcionaría empleo en la legación. Editaría revistas para el movimiento y trabajaría en una fábrica de juguetes hasta el 4 de marzo de 1956, cuando un ataque cardíaco acabó con su vida. Sus restos descansan en el Panteón Español, en la Ciudad de México. Su epitafio reza: “Aquí reposa un hombre que luchó toda su vida por la libertad y la justicia social”.
Salut,
Joan, abril 2023
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