La pandemia y el mercado laboral: la explotación como la nueva y la vieja “normalidad” empresarial
La Encuesta de Población Activa al IV trimestre
La encuesta de la EPA relativa al IV trimestre del 2020, comienza a mostrar las carencias e insuficiencias de un mercado laboral constituido sobre unos cimientos sin derechos fuertes y protectores del trabajo, y pensado exclusivamente para un tipo de trabajo reemplazable (temporalidad) y sustituible fácilmente (despidos), que ante una caída de la actividad productiva, especialmente en el “monocultivo del modelo español de servicios”, deja en la más absoluta precariedad a millones de personas y a otras les expulsa a la pobreza.
El mercado es cruel con las personas, cuando éstas son tratadas como meras mercancías y utilizadas para la obtención de beneficios para quien es dueño (propietario) de empresas, cualesquiera sea la actividad a las que se dediquen y en consecuencia las “infecciones” de la explotación y la precariedad, son enfermedades crónicas de éste.
Se perdieron más de 600.000 empleos y las personas paradas aumentaron en 527.900, situándose la tasa de paro en más del 16%, con casi 4 millones de parados y paradas oficiales. El sector privado ha destruido 750.000 empleos en todo el año 2020, a la vez que se mantienen en ERTE a otros 700.000 trabajadores y trabajadoras.
Mujeres y jóvenes son nuevamente las principales víctimas de este mercado laboral que comienza a saltar por los aires. Los jóvenes con tasas de paro del 40,1% (en los menores de veinte años esta se dispara al 54%), y con tasas de temporalidad que en ciertos sectores superan el 30%. Según la EPA indica, las personas en situación de inactividad aumentaron en 603.000 en el 2020, donde si quitamos a 69.000 nuevas pensionistas, nos encontramos con 280.000 mujeres que pasaron a engrosar el epígrafe de “labores del hogar”, es decir el trabajo reproductivo, profundizando -aún más-, en la discriminación.
La infección de la explotación, a través de la obligación del trabajo gratuito que el empresariado sigue realizando, por más ley de control y regulación de la jornada laboral que exista, resulta especialmente “criminal” en tiempos de pandemia: la EPA muestra que mientras la media anual de horas trabajadas a la semana tiene una caída del 6,24% (se pasa de 627,5 millones a 448,4 millones), un poco menos que la caída del PIB, que lo hizo el 11%, las horas extraordinarias aumentaron en el mismo porcentaje 6,3%, que la disminución producida en las ordinarias, lo cual es un “contrasentido” desde la lógica humana y una absoluta injusticia social, pues el número de personas trabajadoras obligadas a realizar horas extras sin cobrar (trabajo gratuito), aumentaron en un 12,3% hasta llegar a los 2,89 millones de horas.
La explotación es una mezcla explosiva entre trabajadores y trabajadoras en ERTE, que llegaron a 3,5 millones, a la vez que se les obliga a trabajar gratis (horas extras no pagadas), y de esta manera eludir nuevas contrataciones.
La ausencia de empleo, ha hecho que los hogares donde todos sus miembros activos carecen del mismo, aumenten en 190.000, encontrándonos a finales del 2020 con 1.600.000 hogares donde todas están paradas y ya sobrepasamos los 600.000 hogares donde no entra ningún ingreso.
Desde CGT seguimos exigiendo y peleamos por ello, la reducción drástica de la jornada laboral para que todos y todas puedan trabajar y sin reducción de salarios, a la vez que se garantice una renta universal de las iguales para vivir con dignidad.
Secretariado Permanente del Comité Confederal
Publicar comentario