La vigencia del anarquismo frente al colapso del capitalismo
Carlos Taibo participa en el 29 aniversario del Ateneo Libertario Al Margen de Valencia
Enric Llopis
Rebelión
En el actual escenario de colapso y corrosión terminal del capitalismo, ¿qué vigencia mantiene la vieja perspectiva de autogestionar la sociedad desde abajo, con la autogestión como punto de partida, la democracia y la acción directa, así como el apoyo mutuo? El politólogo Carlos Taibo considera que las perspectivas son halagüeñas, que el ideal libertario conserva el vigor, y así lo expresó en el libro “Repensar la anarquía” (publicado en 2013 en Catarata). En un acto conmemorativo del 29 aniversario del Ateneo Libertario Al Margen de Valencia, en el que han colaborado la CGT y la CNT, Taibo se ha reafirmado en la lozanía de La Idea.
Los adjetivos “anarquista” y “libertario” son en castellano sinónimos casi perfectos. Forzando una distinción terminológica podría considerarse que un militante anarquista es alguien que ha leído a Bakunin, Kropotkin y Malatesta (los “clásicos”), y se adhiere a las ideas que se proponen en los libros. A Carlos Taibo le interesa más, sin embargo, las connotaciones del adjetivo libertario, atribuible a las personas que habiendo leído o no a los “clásicos”, se comprometen en la vida cotidiana con las ideas de autogestión, democracia directa y apoyo mutuo. “En los últimos años se ha producido un visible auge de las prácticas libertarias, no necesariamente acompañado por un auge de las organizaciones anarquistas”, explica el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid.
Uno de los grandes ejemplos de praxis libertaria pudo apreciarse, en las calles y plazas del estado español, a partir del 15 de Mayo de 2011. Siguiendo la estela del 15-M, Taibo se muestra partidario de hacer un “esfuerzo urgente” en perfilar una nueva organización libertaria, con capacidad de atraer a gente que no participe en organizaciones identitariamente anarquistas, pero que en su vida diaria practiquen la democracia directa y la autogestión.
En “Repensar la anarquía” Taibo plantea las principales críticas que, desde un punto de vista libertario, se le pueden plantear al estado y al capitalismo, pero también a nociones como “socialdemocracia” y “Estado del Bienestar”. Respecto a la democracia “liberal”, el politólogo se aleja del “gran consenso”. “La democracia liberal se asienta en un escenario marcado por visibles desigualdades”. Más aún, “obedece al propósito principal de ratificarlas”, afirma. Este sistema mayoritario en Occidente bebe de mayorías artificiales que son producto de “manipulaciones abyectas”. En la trastienda de la democracia liberal operan formidables corporaciones financieras, que dictan las reglas del juego en las materias relevantes. ¿Qué ocurre si el estado de cosas se complica? La democracia liberal no duda en utilizar la fuerza: “la represión que conocemos en nuestras calles y los golpes de estado en países del sur, que tienen la mala fortuna de disponer de materias primas golosas”.
Carlos Taibo concreta una de las ideas anarquistas que con el tiempo decayó, pero que los viejos militantes practicaban cotidianamente en su lucha: la “propaganda por el hecho”. ¿Qué querían decir los viejos anarcosindicalistas? Resultan muy valiosas las conferencias, libros, revistas, concentraciones y manifestaciones, pero “lo más interesante es llevar a la práctica, en la economía y en la sociedad, nuestras ideas; porque es el espejo en el que la gente nos verá”, explica el politólogo gallego. Ello se traduce, más allá del trabajo divulgativo, en la expropiación directa del capital. Según Carlos Taibo, “el momento simbólicamente más interesante de la historia española del siglo XX es produjo cuando en un pequeño pueblo de Aragón, los anarquistas locales instauraron el comunismo libertario; lo primero que hacían era quemar el registro de la propiedad”. Taibo contrapone la “propaganda por el hecho” de los viejos militantes de la CNT con el gran retroceso que se vive en la actualidad.
Las antiguas ideas pueden realmente mantenerse vigorosas si resultan de aplicación en el presente. En el libro “La lucha por Barcelona: clase, cultura y conflicto. 18987-1937” (Alianza), de Chris Ealham, en el que se da cuenta de la Barcelona anarcosindicalista en el primer tercio del siglo XX, aparecen los espacios “autónomos” (a los que hoy se otorga tanta relevancia). Son barrios enteros en los que la guardia civil no se atrevía a penetrar. De la lectura del texto se desprende que numerosos instrumentos de movilización que parecen nuevos (como los “escraches”), ya los aplicaban los luchadores de la CNT cuando, por ejemplo, el propietario de una vivienda aplicaba cláusulas abusivas en el alquiler.
Si de ese modo se diluye la divisoria entre viejas y nuevas luchas, entre métodos del presente y del pasado, sin que haya lugar para los planteamientos maniqueos, contra lo que sí arremete Carlos Taibo, sin paliativos ni matices, es contra el “realismo”. Hay una frase del novelista católico francés, George Bernanos, que Taibo recuerda habitualmente en las conferencias: “El realismo es la buena conciencia de los hijos de puta”. En el contexto del estado español, ese realismo se traduce en “dos grandes partidos que se turnan en el gobierno y que en sustancia hacen lo mismo; dos cúpulas sindicales que no se oponen a nada y medios de comunicación que emiten, monocordes, los mismos mensajes”.
El colapso del capitalismo acecha, parece ineluctable en sus dinámicas homicidas, y únicamente se atisba la oportunidad de mitigar algunos de los efectos más negativos. Postergar algo en el tiempo la hecatombe final. “Eso no es mucho pero tampoco es poco”, apunta Taibo. “Tengo la firme convicción de que esto irá a peor”, ha vaticinado respecto al futuro de la humanidad en las próximas décadas. Las grandes cuestiones son: ¿Cómo van a reaccionar muchos de los habitantes de una sociedad como la nuestra, cuando verifiquen esta realidad? ¿Cuál será el mecanismo de respuesta principal? ¿El sálvese quien pueda, o el renacimiento de la lógica de la cooperación, la solidaridad y el apoyo mutuo? La segunda opción alimenta la esperanza, a juicio de Carlos Taibo: “Remite a la conciencia de que tenemos que salir con urgencia del capitalismo”. Por eso, agrega, la batalla no está perdida. Si lo parece es porque “lo queramos o no, la lógica de la cosmovisión neoliberal influye poderosamente en nuestra cabeza, y nos hace pensar que el ser humano es un animal competitivo entregado a la cultura del codazo”.
Esa dimensión existe, sin duda, en el ser humano, pero hay otra, “retratada en un libro maravilloso de un señor llamado Kropotkin, uno de los principales teóricos del anarquismo a caballo entre los siglos XIX y XX”, ha subrayado el autor de “Repensar la anarquía”. Kropotkin fue asimismo un científico de renombre internacional, cuyos artículos se mantuvieron durante muchos años en la Enciclopedia Británica. En su libro “El apoyo mutuo” demuestra que hay numerosos ejemplos de sociedades animales que progresan a través de la colaboración y la solidaridad.
Terminos como “colapso” y “corrosión terminal” no ocultan su grueso calibre. Pero ciertamente la crisis presente, a diferencia de la de 1929, plantea una cuestión central: los límites medioambientales y de recursos planetarios. No se trata sólo, por tanto, de la dimensión financiera de la gran recesión, sino sobre todo de la “ineptitud” para hacer frente a los problemas ecológicos (desconocidos -en sus términos actuales- en cualquier otra crisis del pasado). “Si el sistema sale airoso del envite, expone el intelectual, lo hará a través de un proceso de ecofascismo que implique el exterminio de una buena parte de la población planetaria”. Sin embargo, matiza, el concepto de “colapso” es propio de las sociedades opulentas del Norte: un habitante de la franja de Gaza ha vivido siempre en el colapso.
Después de un parlamento inicial, Carlos Taibo ha respondido a las preguntas planteadas por el auditorio. Una de las primeras se refiere al concepto de militancia dentro del universo libertario. El docente y activista defiende la militancia incluso en ocasiones, reconoce, con argumentos “algo rústicos”. “Estoy con la gente que si ha quedado a las siete para pegar carteles, cumple con el horario”. Explica que ello se aviene perfectamente con la concepción libertaria del mundo. “¿Alguien piensa realmente que la CNT antes de 1936 no era un sindicato organizado?”, se pregunta. De formularse alguna crítica, habría que plantearla en todo caso en sentido contrario: “Era un sindicato tan organizado que en determinado momento surgió una incipiente burocracia”.
Otra de las preguntas señala la relación entre el anarquismo y los símbolos, y también la necesidad de estos. “Entiendo los recelos en relación con lo simbólico, pero me interesa subrayar su valor”, expone Taibo. “Me importa que quede claro que hay gente que piensa como uno en diferentes lugares, y que son tus compañeros; esa dimensión de la solidaridad desde lo simbólico (un simbolismo completamente abierto, horizontal y no dogmático) creo que no es desdeñable, y falta un tanto en el mundo libertario, tal vez por la rencillas históricas de las diferentes organizaciones; y por el impulso sectario que ha marcado muchas actitudes”.
Carlos Taibo continúa siendo un defensor abierto del 15-M, “tanto o más cuanto que lo abandonaron muchas personas que coyunturalmente creyeron en la asamblea, la horizontalidad y la autogestión”. Entiende Taibo el 15-M como un movimiento de “largo recorrido”, de transformación de las conciencias, no “cortoplacista” ni “eficientista”. “Quienes quedan en el 15-M son personas cuyos rasgos los sitúan muy cerca de la nueva organización libertaria que defiendo; si han aguantado hasta ahora, quiere decir que tienen una capacidad de autocontrol y de análisis de la realidad nada despreciable”, remata el profesor de Ciencias Políticas.
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