Ángeles Sanmiguel
“¡Continuad, yo no puedo, pero continuad por favor! Actores y actrices nos apoyaron mucho, la gente con el claxon, levantando el puño, los pensionistas de Gerona y Barcelona vinieron varias veces a Perpignan, están represaliando a los líderes, represiones terribles, muchos despidos, cincuenta condenados a prisión de un año más o menos, represión social y cívica terrible y no podemos hacer nada” declaraba Hortensia Inés Torres de la Unión Sindical Solidaries (Francia) durante una de las conferencias en el 25º Aniversario de las Jornadas Libertarias de la CGT València: “Somiantmons, construint alternatives”. En las manifestaciones y huelgas contra el aumento de la edad de jubilación, contra la reforma de las pensiones, el país vecino ha sido modelo a seguir por la clase trabajadora en muchos países, también en España. Más de dos meses de movilizaciones. Días y días de lucha multitudinaria en todo el país galo asombraron mundialmente a una audiencia impactada por las noticias plasmadas en medios de comunicación que relataban el devenir de la lucha pacífica mientras el inmisericorde gobierno de Macron arremetía “a fuego y a sangre” contra la ciudadanía, “sordo y mudo” ante sus demandas. “El agujero del seguro es una mentira, hay más dinero que pasan fuera del sistema”. Sin contar con la preceptiva votación de los diputados de la Asamblea Nacional se aplicó el artículo 49.3 de la constitución de mil novecientos cincuenta y ocho, herencia de De Gaulle, mediante el cual se le roba poder al legislativo en favor del ejecutivo dando carta blanca a la reforma, de hecho “han creado la parada del metro 49.3”. Diecinueve veces se ha utilizado el 49.3 “sin pasar por la votación”.
De los sesenta a los sesenta y cuatro años es lo que ha pergeñado el actual jefe del Estado como edad de jubilación con la obligación de cotizar cuarenta y tres años para disfrutar el cien por cien de la pensión, “las horas extras ya no cuentan”. “Miterrand hizo alguna cosa buena, puso la jubilación a los sesenta años” y “Macron, llega” y ¡decretazo! Antes de las movilizaciones callejeras se celebraron asambleas informativas en distintos escenarios “muchas reuniones”, que a posteriori dieron su fruto, tal vez fue un caso práctico de la denominada por Séneca “praemeditatio” –reflexión anticipada sobre las posibles complicaciones y desgracias- que tuvo mucho que ver en el éxito de participación. Actualmente cualquier sector laboral francés está torpedeado por el equipo presidencial y sus “muchos acuerdos con la extrema derecha, todos propietarios ricos, amigos de Macron”. “Tenemos mucho miedo que pase la ultra derecha”. La Francia obrera no está dispuesta a perder derechos y apelando a su histórica idiosincrasia revolucionaria sale a la calle ante el despotismo. ¿Por qué es tan difícil respetar los derechos del pueblo? ¿Por vivir en otra realidad? El escritor André Malraux describió a De Gaulle, expresidente de la República, como “el ciudadano que en las horas punta se lanza a tomar el Metro”. ¡De Gaulle! ¡ni más ni menos! ¿ejemplarizando? a la nueva hornada del poder que huye de la humanidad cotidiana como de la peste. “Los profesores tienen un ministro que no sabe nada de educación, es terrible lo que está haciendo, Correos en Francia es horroroso”. Con valor y unión las jornadas de repulsa por la reforma no se frenaron ni dejaron de convocarse pese a contratiempos y vetos, “Las refinerías en Marsella y al norte de Perpignan impedimos durante quince días que saliera el petróleo”, se unieron ferrocarriles, “vinieron con un rail de tren”, comenta Hortensia quien alborozada confiesa que “hubo un despertar; muchos jóvenes que no habían salido a la calle” se unieron pero, desdichadamente, tras las dictatoriales decisiones presidenciales “ahora la derecha está más fuerte y no pudimos ganar”. Es alarmante el hecho de que las conquistas obreras de otrora están siendo usurpadas, “la sociedad francesa ha estado destruyendo todo eso”.
Antonio Pérez Collado, actuando de moderador en la presentación, elogiaba a “los compañeros y compañeras que pueden presumir” de su capacidad reivindicativa y rememoraba lo sucedido en España al respecto cuando “ya en dos mil doce, no gobernaba Rajoy (PP), gobernaba Zapatero (PSOE)” hubo un brusco cambio en la legislación sobre pensiones de jubilación, pasando “de los sesenta y cinco a los sesenta y siete años” retrasándola dos años con el inri de “requisitos imposibles, de treinta y cinco a treinta y siete años” de cotización, aunque te “dan un margen de tiempo para que no te enfades tanto”. Es “un ataque a nuestra pensiones” ¿Qué desastre se ha previsto para el año dos mil cuarenta y cinco relativo a este tema? ¿Por qué “los jóvenes han renunciado de antemano” a poder cobrar pensión de jubilación? No hay que olvidar que aunque “lo estatal no es público, es nuestro, lo estamos pagando nosotros” y “las generaciones anteriores han luchado por ellas”, por las pensiones, “no podemos regalarlo, siguen estando en peligro, hay que subir las pensiones mínimas” y “volver por lo menos a los sesenta y cinco años que es lo más lógico”. ¿Cómo creen posible las mentes brillantes de los “sillones” que la juventud pueda cumplir con tales requerimientos si “a los veinte y veinticinco años no encuentran trabajo”? Ni tampoco a los treinta y treinta y cinco. Francia está ahí, su clase obrera ha sabido darse a conocer y aunque la autocrática decisión “macroniana” ha guillotinado las gargantas populares, en España se valora el hecho de que “la lucha ha tenido un proceso más participativo” algo absolutamente necesario para no dejarse pisotear porque “para discursos tenemos la tele”.
“Utilizan armas de guerra, la policía francesa las utiliza contra las manifestaciones, grandes helicópteros, tanques” apuntaba el periodista y escritor Enric Llopis presente en el Octubre Centre de Cultura Contemporània quien señala que toda réplica es interesante, “aunque solo sea por hacerle la puñeta a Macron”. Entre el público Juan Ramón Ferrandis, secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT) del País Valenciano y Murcia, confesaba su irritación por el giro que toman algunos temas importantes, “cuando creíamos que podíamos cambiar las cosas”, como en el movimiento 15M, se da un vuelco. “Nosotras nos vemos enfrentadas a los diferentes gobiernos”. Ansía que el sindicalismo de lucha español funcione, y en ello se empeñan, pero “la militancia no llega a dar ese paso de protagonismo, una unidad la veo todavía difícil”. Amapola, representante de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) región 66 (Cataluña norte-Francia), en la charla, relata que ante la reforma francesa “se constituye una intersindical nacional, nosotros, los de la CNT, no estamos en esa intersindical” donde “hay sindicatos, racistas, cristianos e incluso fascistas”.
En política conocer planes futuros cubre las espaldas y abre bolsillos apoltronando en su burbuja a quienes tratan de eludir la desazón y sorpresa que desata el mañana en el grueso de la población a causa de sentencias y dictámenes superiores. “¡El Gobierno miente! El Gobierno dice que será una mejora para las mujeres, ¡no es verdad! Soy un ejemplo vivo de la mentira del Gobierno el consejo de orientación de las pensiones dice que hay un ligero déficit y se está estabilizando”. ¿Macron emulando al trigésimo séptimo presidente de los Estados Unidos Richard Nixon? ¿Se ha planteado también que “ya es hora de que nos preguntemos, consciente y sistemáticamente, qué clase de nación queremos ser”? ¿Viabilidad de dimisión de un exempleado del banco de inversión Rothschild& Cie catapultado al Elíseo? ¿Habrá recapacitado el también copríncipe de Andorra sobre las necesidades y tendencias sociales de su pueblo? La involución galopante en derechos perfila la nueva era super controladora fijando parámetros símiles a los de aquella oscura Edad Media europea donde surge el concepto de servidumbre sustituyendo al de esclavitud en función de gozar de ciertos derechos en el trabajo, siempre ligado al señor feudal.
Trabajos como el de llevar las cartas a los hogares supone un tremendo desgaste físico por el peso transportado, “sesenta kilos de papel en la bicicleta, mochila al hombro, ningún cartero llegaba a los sesenta y dos años, la mayor parte está de baja y cada seis meses tienen que adaptarse a nuevos programas informáticos, eso crea ansiedad y tienen que tomar pastillas”, recalca Amapola. En una potencia nuclear occidental como Francia ¿cómo es permisible que “los más pobres se mueran antes de cumplir los sesenta y cinco años”? Las huelgas han demostrado que el país sufre, “hacía años que no se había visto tanta gente en la calle, hubo muchas multas, detenidos también, hemos dormido ante las puertas de Correos” impidiendo que salieran los camiones, “también chalecos amarillos vinieron, cantantes a cantar, hasta sacamos una camiseta, una panadería nos trajo lo que no había vendido, luego un hortelano, ponían dinero en la caja de resistencia, la gente se ha dado cuenta de que el sindicalismo es una herramienta” y siempre la palabra era: “¡Ánimo!”. La represión policial se saldó con la identificación de seis personas en la citada acción y “una multa de doscientos euros por hora si no levantábamos el bloqueo, por toda Francia ha habido represiones, despidos y hasta cárcel”, A día de hoy, “la reforma se está aplicando, tendrán que tener sesenta y dos años y dos meses” y así progresivamente hasta los sesenta y cuatro fijados por un despótico precepto de connotaciones dictatoriales. “Ha quedado mucho enfado en la gente, hay mucha rabia”. Cuando volvieron a salir en caceroladas de protesta, “han sacado un decreto contra las cacerolas” declarándolas como “arma”. ¿Es posible que en el siglo veintiuno exista alguna clase de culto al absolutismo mandón que favorece su encumbramiento? Jean-Jacques Rousseau, escritor suizo, confesaría al economista y abolicionista francés marqués de Mirabeau que: “Todo el daño que he causado en mi vida ha sido premeditado; el poco bien que he hecho ha sido sin pensarlo”. “Compañeros no hemos perdido. No hemos ganado. ¡La lucha sigue!”.