¿Un nuevo ciclo de movilizaciones?
El desarrollo de las luchas por un mundo mejor no es progresivo ni permanente; sufre altibajos, parones y hasta retrocesos. Y esos distintos ritmos se producen sin que podamos preverlos ni mucho menos controlarlos. La mayoría ya hemos conocido diferentes etapas de eclosión de ilusiones y proyectos, a los que han sucedido otros ciclos de traiciones, derrotas y renuncias varias. Situándonos en la historia más reciente podremos coincidir en que, tras la derrota y el desencanto que supuso la Transición aún inconclusa, nos cayó encima la posterior crisis/estafa de 2008, que trajo como consecuencia un progresivo despojo a la clase trabajadora de gran parte de sus conquistas del último medio siglo, convertidas a continuación en beneficios para la banca, las grandes empresas y los especuladores.
La complicidad de la casta política (la gobernante y la pretendiente) y del sindicalismo del régimen fueron creando un sentimiento de frustración y una rabia contenida entre los sectores sociales que asistían impotentes a su propio empobrecimiento y la aniquilación del Estado de Bienestar en el que tan felices nos las prometían. En 2011, de forma bastante imprevista y relativamente espontánea, toda esa indignación estalla en forma de revuelta pacífica y asamblearia en las grandes plazas del país. Efectivamente, el 15M supone una nueva esperanza de cambios profundos y de recuperación por el pueblo de la capacidad de decidir desde abajo.
Lamentablemente, el viejo sistema supo encontrar dentro del mismo movimiento asambleario a los elementos adecuados para liderar y reconducir hacia la política clásica todo lo autogestionario y transformador que había en el 15M. Creados y rápidamente integrados los partidos que venían a llevar al parlamento nuestros sueños, la nueva fase de desengaño no tardó en instalarse en gentes que tan generosamente se había entregado a la renacida utopía.
Vueltos los movimientos sociales al punto de partida y superada otra vez la travesía del desierto reivindicativo, en los últimos meses parece que emergen síntomas de un repunte de las ganas de pelear y defender las últimas posiciones sociales. Da la sensación de que nos hemos recuperado con más rapidez que tras el desencanto que sucedió al fiasco de los gobiernos socialistas. Las crecientes movilizaciones que se han producido en varios sectores atestiguan que la gente se ha cansado del inmovilismo y la renuncia, superando incluso la postura del pacto social a que nos ha acostumbrado el sindicalismo del consenso.
Formas originales de organización surgen para dar nuevos impulsos a las luchas; las kellys o los manteros, la PAH o el sindicato de inquilinos, las marchas de la dignidad y las manifestaciones contra el cierre de las fronteras, las cooperativas de consumo o los huertos colectivos son sólo algunas muestras de esa esperanza en la autogestión de reivindicaciones y proyectos. Indudablemente, esto puede verse como una valoración muy parcial e imprecisa, es cierto, pero también es verdad que el malestar y la indignación no paran de crecer y que, desde las clases dirigentes, no se ven ganas de solucionar los graves problemas sociales ni capacidad para recuperar el apoyo popular.
Antonio Pérez Collado
CGT-PV
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