Cada vez son más las personas que las pasan canutas para llegar a fin de mes o ya están en la resbaladiza pendiente del riesgo de pobreza.
Antonio Pérez Collado, Confederación General del Trabajo País Valencià y Murcia
Alkimia
La práctica de ofrecer en los discursos políticos datos hasta abrumar al contrario y aburrir a la audiencia, es una estrategia habitual cuando los programas y las ideas andan tan flojos como en nuestros días. Sin embargo algunos datos nos siguen faltando a la población española para entender mejor de qué nos hablan nuestros gobernantes y aspirantes a serlo.
Nos serviría de gran ayuda saber, por un lado, dónde compran los ministros -en el supuesto caso de que sean ellos y no el servicio doméstico quienes realicen la dura tarea de regresar a casa con el carro de la compra lleno- y por otra parte vendría muy bien conocer a cuánto ascienden los ingresos mensuales de sus excelencias, incluyendo el sueldo y todos los complementos.
Si damos por sentado que compran en los mismos establecimientos que los mortales corrientes y tomamos como sueldo más normal el que alguna vez se publica en los medios vemos que anda por unos 80.000 euros anuales (14 pagas de alrededor de 7.000 €) que no estaría nada mal, pero es que los complementos y las ayudas para vivienda y transporte, etc. van aparte. Lo poco que sabemos es que la comida, los cafés y los gintonics en la cafetería del Congreso cuestan la mitad que en nuestro bar de costumbre.
Con estos datos ya se va comprendiendo mejor el entusiasmo que intentan transmitir Pedro Sánchez y sus ministros cada vez que nos anuncian que la economía española va como una moto, siendo además la de mayor crecimiento en Europa. Más lejos aún ha llegado el titular de Economía, Carlos Cuerpo, al afirmar muy ufano que con los últimos datos del IPC los trabajadores españoles ya empezaremos a recuperar poder adquisitivo… aunque todos los números reales dicen lo contrario.
El ministro Cuerpo toma como prueba de su buena nueva el dato estimado del IPC en septiembre (el 1.5%) que, de confirmarse, quedaría absorbido por el 2% que ha subido en octubre el IVA de productos alimenticios tan importantes como el aceite, la fruta, los huevos o el pan.
Pero no es solo que suben estos alimentos, es que el resto de la cesta de la compra sigue sin reflejar esa bajada de precios que, al parecer, solo aplican los comercios y mercados donde compran los miembros del Consejo de Ministros. Por no hablar del precio de la vivienda y los alquileres, de los viajes y hoteles, del recibo del agua o el teléfono, del material escolar y de otros muchos gastos normales de cada casa.
El precio de los alquileres se ha duplicado en los diez últimos años; no así los salarios, que apenas cubren los incrementos del IPC. En cuanto a la compra de viviendas su precio ha subido un 30% en ese mismo período, aunque en ciudades como Madrid, Málaga o Barcelona el incremento supera el 100%.
De muy poco sirven para la mayoría social las bondadosas palabras de los ministros o los beneficios de bancos y grandes empresas si cada vez son más las personas que las pasan canutas para llegar a fin de mes o ya están en la resbaladiza pendiente del riesgo de pobreza. Que hayan bajado ligeramente los precios de la gasolina o la electricidad, después de enlazar numerosas alzas consecutivas, no puede resarcirnos de la carestía de otros muchos productos.
No sería la primera ocasión en que un gobierno baja los precios de los combustibles a final de año, para así enfriar temporalmente el índice de precios, y luego los vuelve subir una vez establecido el aumento de las pensiones, el SMI, los salarios del sector público, etc.
Sería de agradecer que los ministros y demás personajes, cuyos salarios nos permitirían vivir holgadamente varias vidas a los demás (tomo prestadas las palabras de Pedro Sánchez), tuvieran la dignidad de no intentar engañarnos de forma tan reiterada, burda y poco eficaz.